La idea de fondo de la fiesta de hoy es la de mostrar el amor que el pueblo cristiano siente por el Señor, que nos dejó el Sacramento de la Eucaristía como alimento de la vida cristiana.

Así pues, hoy celebramos que Jesús nos ha dejado un Sacramento de su presencia real entre nosotros, y por eso nosotros expresamos nuestro agradecimiento por ese amor tan grande concretado en la Eucaristía.

El evangelio de hoy es un buen resumen de lo que la Eucaristía significa. La iniciativa es de Jesús: el banquete es signo de la abundancia de los tiempos mesiánicos.

El banquete ofrecido es gratuito y generoso. No es un premio por la virtud de los invitados ni hay posibilidad alguna por estos de poder “pagar” este regalo. Participar en este banquete conlleva una responsabilidad: la solidaridad con el hambriento y el necesitado.

La Eucaristía celebrada y adorada. Jesús quiso dejarnos como signo de su presencia, como “memorial” de su muerte y resurrección, de su sacrificio redentor, un alimento. En la celebración de la Eucaristía, compartimos un Alimento que es el mismo Jesucristo.

El Pan y el Vino de la Eucaristía no son sólo un símbolo, sino una presencia real del Señor entre nosotros: “esto es mi Cuerpo, esta es mi Sangre. Este Alimento nos une a Jesús, nos hace entrar en “comunión” con Él, nos da fuerzas para el camino cristiano.

Pero esta Presencia de Dios va más allá del alimento, de la Eucaristía celebrada. Si el Pan y el Vino consagrados en la Eucaristía son realmente el Cuerpo y la Sangre de Jesús, es lógico y debido que adoremos este Sacramento incluso fuera de la Comida concreta de la Eucaristía.

La adoración del Santísimo Sacramento es una prolongación de la celebración de la Eucaristía, en la que Jesucristo se ha hecho realmente presente con su Cuerpo, Sangre, Alma humana y Divinidad.

Finalmente, la Eucaristía debe unirnos a nuestros hermanos. Participar de la misma Mesa, escuchar la misma Palabra, adorar al mismo Señor, tiene que hacernos crecer en la actitud de fraternidad.

El Pan compartido y adorado nos ayuda a sentirnos hermanos y a comprometernos también en la solidaridad.

¿Cómo celebrar y adorar sin fraternidad?

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